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El uso excesivo de medicamentos

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Por Thomas Korosec






El padre de Sandy Treviño, tal como ella lo recuerda, fue siempre comunicativo, incluso cuando su demencia avanzada lo limitaba a tan solo un movimiento de cabeza o una sonrisa.

 

Por eso, cuando encontró a Paul Treviño “completamente perdido” en el hogar de ancianos de Austin donde él se encontraba, ella sabía que algo andaba mal. “Era un comportamiento extraño para él”, agregó. “Estaba serio y babeando. Normalmente él estaba alerta. Aunque no hablara, siempre se reía y tenía una sonrisa”.

Cuando ella empezó a investigar sobre el tratamiento de su padre, descubrió que no le habían dado suficiente del medicamento que le recetaron para la enfermedad de Parkinson y que quizás le habían dado demasiado de otro, un antidepresivo.

Treviño, de 46 años, residente en Dale, que procesa reclamaciones de discapacidad para Texas, dijo que sospechaba que a su padre le estaban dando el antidepresivo como una forma de restricción química pues al final de la tarde, “solía gritar mucho y querían calmarlo”. Sin embargo, agregó, la familia no podía probarlo.

En los 1,200 hogares geriátricos del estado, aproximadamente uno de cada cinco residentes (18,000 personas cada mes) reciben medicamentos antipsicóticos que no son adecuados, de acuerdo con el más reciente informe de los Centros para Servicios de Medicare y Medicaid (en inglés).

 

Baja clasificación de estado

La encuesta federal encontró que solo ocho otros estados tienen una mayor prevalencia de uso de antipsicóticos para los residentes de hogares geriátricos de larga estancia.

“El abuso de medicamentos antipsicóticos como restricción química es una práctica demasiado común que se puede evitar”, afirmó Bob Jackson, director estatal de AARP Texas. “Es hora de que la industria, los reguladores y legisladores estatales pongan fin a esta práctica perjudicial”.

Los medicamentos antipsicóticos, aprobados para el tratamiento de enfermedades mentales como la esquizofrenia y el trastorno bipolar, a veces se utilizan con un propósito distinto al de la etiqueta para suprimir la ansiedad o agresividad en personas con enfermedad de Alzheimer u otras formas de demencia. Pero los medicamentos tienen múltiples efectos secundarios, tales como mayores niveles de colesterol y de azúcar en la sangre, aumento de peso y disminución del estado de alerta, lo que puede provocar caídas.

“Su uso puede ser más para controlar el comportamiento que para el bienestar y la salud mental de los residentes”, afirmó Amanda Fredriksen, directora estatal asociada de AARP Texas para activismo.

Texas, como la mayoría de los estados, ha logrado cierto progreso en la reducción del uso de estos medicamentos en hogares geriátricos, lo que ha disminuido la prevalencia desde casi uno en cuatro residentes en el 2014.

“Seguimos comprometidos a hacerlo mediante cambios sustanciales y sistémicos que perduren, en vez de hacer arreglos rápidos”, afirmó Cecilia Cavuto, portavoz del Departamento de Servicios para Adultos Mayores y Personas Discapacitadas del estado, que otorga licencias y regula los hogares geriátricos.

Agregó que la agencia ha instituido programas de capacitación y una iniciativa que promueve a estos centros a reducir el uso de antipsicóticos en un paciente al mes. Igualmente, agregó que se ha instituido un programa que usa terapia musical como un enfoque alternativo en 124 hogares geriátricos, y se iniciará en otros 150 en noviembre.

Fredriksen agregó que el alto índice de rotación entre el personal de los hogares geriátricos y un sistema regulatorio que impone pocas sanciones probablemente contribuyen a la baja clasificación del estado.

Según la ley actual, no se pueden imponer sanciones a los hogares geriátricos excepto por las infracciones más graves si el centro corrige el problema dentro de un plazo de 45 días. Un proyecto de ley para modificar esa ley no prosperó en la última sesión de la Legislatura. Cavuto agregó que es probable que el tema vuelva a surgir el próximo año.

Fredriksen dijo que las personas con seres queridos en hogares geriátricos deben hacer preguntas acerca de los medicamentos. Treviño, cuyo padre falleció en el 2014 a los 82 años, agregó: “Creo que la mayoría de las personas no están conscientes de lo que sucede en los hogares geriátricos, una vez que cierran la puerta y se van”.

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