AARP Eye Center
Por: Anaí Ibarra, Directora Asociada de Comunicaciones para AARP California
Noviembre es el mes Nacional del Cuidado Familiar, y es una excelente oportunidad para hablar de los aspectos positivos que conllevan el brindar cuidados a otros. Cuando pensamos en la tarea de prestar cuidados a un ser querido, es inevitable hablar de los aspectos del deterioro físico, psicosocial y financiero a los que estamos expuestos al cuidar de alguien. Hoy, en cambio, vamos a resaltar los sentimientos, aprendizajes y emociones positivas que nos puede traer esta difícil pero gratificante tarea. Aunque he intentado captar todos los aspectos positivos del cuidado, seguramente hay cuidadores que podrían expresar más al respecto. Partamos, entonces, de la premisa de que proveer cuidados es una experiencia vital que puede ser muy satisfactoria, como en el caso de estos 10 aspectos.
- Al cuidar de un ser querido cumples con un deber. Este concepto, central en nuestros valores culturales, es la razón No. 1 que expresan cientos de familiares entrevistadas. “Es mi deber”, dicen, como esposa, hijo, nieta, o ahijado. Es un tema que se repite invariablemente cuando se les hace la pregunta: ¿por qué has asumido la tarea de cuidado? Sin titubeos y más bien con sorpresa ante la pregunta, quienes cuidan responden hablando acerca del profundo sentido del deber y descartan el que sea una obligación impuesta. La satisfacción de un deber cumplido toma prioridad sobre cualquier otro aspecto positivo del cuidado.
- El cuidado nos da la oportunidad de retribuir lo que hemos recibido. A pesar de ser una tarea llena de dificultades y retos, la labor de cuidado es la oportunidad que la vida no da para pagar en parte lo mucho que hemos recibido de quien cuidamos y de otras personas. Poder cuidar de quien ha cuidado de nosotros nos hace sentir parte del gran círculo de la vida.
- Es un gran honor cuidar de alguien que depende de nosotros. Una persona irresponsable, descuidada, deshonesta y con poco que ofrecer a los demás y a sí misma no podría tener el privilegio de cuidar a alguien más. Aun si se es la única persona en la familia que puede asumir esta responsabilidad, para ella es un honor.
- El cuidado de un ser amado le da significado a nuestras vidas. Nos sentimos útiles y bien con nosotros mismos. Saber que podemos llevar a cabo tareas que no puede hacer por sí misma la persona a quien cuidamos, nos hace sentir útiles y valiosos. La vida tiene más significado cuando recordamos que alguien depende de nosotros.
- Hemos hecho sacrificios y con gusto volveríamos a hacerlos. Muchas cosas han cambiado desde que cuidamos de un ser querido en la familia, especialmente las cosas que ya no podemos hacer, ni comprar, ni disfrutar. Hemos sacrificado nuestro empleo, dinero, tiempo, oportunidades de socializar y muchas cosas más. Aun así, nos acompaña una paz profunda el hacerlo y saber que de poder volver atrás, sin tener que pensarlo, sacrificaríamos todo de nuevo por la persona que cuidamos. Estos sacrificios hacen parte de la satisfacción de un deber cumplido.
- Nos sentimos importantes. Los cuidados que damos a nuestro ser querido contribuyen a su buena calidad de vida y a que puedan vivir en casa por el mayor tiempo posible. Somos una parte muy importante de su cuidado, aunque pocas personas nos pregunten cómo estamos y toda su atención se centre en la persona que cuidamos. Somos tan importantes que debemos aprender a cuidar de nosotros mismos sin sentirnos culpables.
- La labor de cuidado nos permite aprender nuevas destrezas. Disfrutamos de la sensación de logro cada vez que aprendemos nuevas cosas, especialmente aquellas por las que nunca antes nos preocupamos, ya que las hacían nuestro ser querido. Nuestros conocimientos van más allá de una enfermedad y su evolución. Hemos aprendido a manejar situaciones nuevas, a ser recursivos, y que las cosas no tienen que hacerse de una manera perfecta. El cuidado nos ha llevado a aprender a priorizar las tareas y situaciones que enfrentamos, y a manejar nuestro tiempo de una forma que funcione para nosotros.
- Hemos aprendido cosas nuevas acerca de nosotros mismos. Invirtiendo tiempo y esfuerzo logramos aprender que podemos estar en mejor control de nuestras emociones y que nuestra actitud determina la clase de día que podamos tener. Hemos aprendido a reírnos de nosotros mismos y a encontrar humor en situaciones que antes nos habrían hecho pasar un mal rato.
- Nuestros lazos afectivos con la persona a quienes cuidamos son más estrechos. Sabemos que podemos dar y recibir afecto de distintas maneras y que somos una constante en la vida de la persona bajo nuestro cuidado; ella depende de nosotros y pensamos que de alguna manera sabe que estamos aquí para ella.
- Gracias a esta oportunidad, somos mejores seres humanos. A través del cuidado hemos aprendido a desarrollar una mejor actitud hacia la vida y hacia las cosas que son verdaderamente importantes. Hemos logrado un crecimiento personal y vivencias espirituales profundas.