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Con hambre en el West End aborda el problema del hambre entre los adultos mayores en la comunidad del West End en Providence, un área de suma pobreza profundizada por la recesión. Esta serie intenta darle una cara al problema del hambre entre los adultos mayores en el West End y en todo Estados Unidos y darles voz a quienes responden al desafío de alimentar a las personas que pasan hambre. Esta es la octava parte de la serie. Comienza aquí con la primera parte.
por Jody McPhillips
Si no fuera por los voluntarios, muchos residentes de Rhode Island pasarían hambre.
En las cocinas comunitarias y las despensas de alimentos, las operaciones de rescate alimenticio y Meals on Wheels, un ejército de personas donan su tiempo y energía para darles de comer a los demás.
Día tras día, cortan las verduras y friegan ollas, transportan cargamentos de cereales excedentes y sándwiches sin vender, recogen paquetes de carne de supermercados próxima a su fecha de vencimiento.
Es un trabajo que requiere resistencia, fuerza y un hábil toque con una población que puede estar bajo un enorme estrés. Muchos voluntarios son jubilados; algunos son pobres o hasta pasan hambre.
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Con hambre en el West End - Serie de video
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Nadie mejor que Don Lincoln, que entrega comidas de Meals on Wheels a las personas confinadas en sus hogares. Unos años atrás, estaba sin empleo cuando se encontró conduciendo calle abajo por Bath Street en Smith Hill.
"De reojo vi Meals on Wheels y pensé: 'Voy a preguntar si necesitan un chofer'", recuerda. Así fue, pero no era un trabajo pago. Fue la primera experiencia de Lincoln como voluntario y le encantó.
"Dios me dio este empleo", dice. Después de ofrecerse como voluntario por varios años, hoy es un empleado a sueldo de Meals on Wheels, responsable de algunas de las rutas más difíciles del estado, en South Providence y el West End. "Perdimos voluntarios debido a los incidentes en esta área", explica la coordinadora de voluntarios Diane Brisette. Cada tanto, alguien roba comida del camión. Una vez alguien se robó el camión, lo condujo hasta un parque cercano y le entregó la comida a los que no tienen hogar.
Lincoln se siente en casa en el barrio porque allí creció. “Nací y me crié en South Providence, en Prairie Avenue —dice—. Me conocen y los conozco a ellos”.
Algunos de sus clientes pueden ser desafiantes.
En Beneficent House, tiene que golpear duro la puerta de una residente sorda. Al final, la puerta se abre, pero la habitación parece vacía. “Ah, está aquí —dice, entrando para dejar la comida sobre la mesa—. Siempre se esconde en el baño cuando vengo”.
En un complejo de departamentos recién construido en Thurbers Avenue, tiene que usar un golpe en código en una de las puertas. “Pooorrr favoooorrrr, ¡abran la puerta! —canturrea por un minuto completo—. Tiene demencia —cuenta—. A veces estoy aquí por diez minutos”.
Cuando la puerta por fin se abre, la señora en bata de baño le cuenta una historia larga e inconexa acerca de alguien que golpeó a la puerta ayer.
“Seguro que fui yo —dice mientras regresa al camión—. Un día me habló y me habló acerca de una mujer que le sonreía, hasta que me di cuenta de que se había estado mirando al espejo”.
Doreen Holmes ha sido voluntaria durante 22 años en Mary House , el ministerio de servicio social de la Iglesia de San Patricio, en Smith Street. Todos los lunes, los voluntarios preparan y sirven comida caliente a todas las personas que van. Está ahí por muchas horas, sirviendo la mesa, cortando la pizza donada por Calvitto, haciendo lo que haga falta. Su parte preferida es cuando llega la gente, y se sienta y habla con ellos.
“De niña era muy pobre, aunque no lo sabía", cuenta. Trabajar en Mary House “me ha hecho apreciar las pequeñas cosas. Esta noche iré a casa... tengo calefacción. Tengo una casa y ropa que ponerme. Es increíble que no todos tengan eso”.
Con el paso de los años, Holmes ha establecido incontables amistades con las personas que van a comer. Uno de sus amigos es Carl Neitzel, que cena en Mary House desde hace muchos años. “Siempre ha habido buena comida aquí —dice—. Los parroquianos vienen y se sientan contigo a la mesa y atienden todas tus necesidades. Me resulta muy alentador… Estas personas han sido mi familia”.
Algunos voluntarios van a trabajar en familia.
El Dr. Yinsheng Wan, profesor adjunto de Bioquímica en Providence College, llegó a Mary House con su esposa Dong Qin, su hijo Jerry y su hijo “adoptivo” David Calianese (uno de sus estudiantes) para preparar una comida china con repollo salteado, arroz, verduras y alas de pollo marinadas al estilo Shanghái.
Cada varios meses, el Dr. Wan lleva todo lo necesario para alimentar a más de cien personas que pasan hambre y se pone a trabajar. “Hace muchos años que hago esto”, dice mientras deja caer una montaña de repollo rallado en un wok caliente, con ajo y jengibre picados.
¿Por qué?
“Para ayudar a la gente. Tenemos la suerte de tener la oportunidad de ayudar a la gente. Este es el mejor país del mundo”.
En la cocina comunitaria de San Carlos Borromeo, en Dexter Street, en el West End de Providence, la administradora Joan Zompa dice que su equipo de hasta 30 voluntarios atiende a unas 200 personas cada jueves, aunque el total puede ascender a 300 a finales del mes.
“Vienen adultos mayores... algunos vienen desde hace años —expresa—. Ha habido un aumento en los últimos cinco o seis años”. Entre la clientela, hay muchos sin hogar y otros tienen problemas mentales. “Algunos no tienen la capacidad para trabajar, pero muchos pueden y están desesperados por encontrar empleo. La situación laboral en Rhode Island es horrenda”. Según la Rhode Island Coalition for the Homeless, el año pasado más de 130 personas (o alrededor del 3% de la población sin hogar del estado, que asciende a 4,410) tenían 60 años o más.
Los voluntarios de la Escuela Culinaria de Johnson & Wales University preparan la comida. Hace algunos jueves atrás, las auxiliares docentes Sarah Laferriere y Javone Duarte prepararon cantidades industriales de pastel de carne.
“Para nosotras, esta es una tarea que asumimos por voluntad propia —expresa Laferriere—. Realmente se puede ayudar a la gente”. Y agrega Duarte: “Me gusta ver sonreír a la gente cuando se va. Es mi forma de retribuir”. Dicen que los estudiantes aprenden mucho de esta experiencia.
“No te das cuenta qué tan mal está la situación hasta que llegas aquí —dice Laferriere—. Un par de estudiantes lloraron. Es muy duro”.
En Rhode Island Community Food Bank, el centro de distribución de toneladas de alimentos a 180 despensas, refugios y congregaciones de comida, los voluntarios son una parte crítica de las operaciones diarias. “Nuestros voluntarios son el alma de nuestra organización —explica la vocera Kelly Seigh—. Sin ellos no podríamos hacer todo el trabajo que hacemos”.
Un voluntario que pareciera estar listo para encargarse del sistema completo es Steve Martin de Riverside que, con James McDougall, administra la operación de rescate alimenticio We Share Hope. Hace unos cinco años, Martin comenzó a recoger pan sin vender y a subirlo a su auto.
Hoy, es el propietario de diez camiones y unos 30 voluntarios recorren el estado recogiendo comida que, de otra manera, se tiraría a la basura, y la llevan a unas cien agencias.
“Siete días a la semana, recogemos comida” de panaderías, supermercados e instituciones como Brown University. Otros donantes fijos incluyen la panadería 7 Stars Bakery, Panera y Trader Joe’s.
La fiabilidad, dice, es clave: los donantes deben saber que la comida se recogerá a tiempo y se llevará a lugares donde se usará. “Encontramos comida y se la llevamos a las personas que la necesitan. Las empresas no quieren tirar comida, quieren dársela a la gente”, expresa.
Martin también ve la creciente necesidad entre los adultos mayores. “Vemos más y más personas en problemas. Empeora cada semana... Tienen ingresos fijos, todos los precios aumentan a una velocidad asombrosa, no pueden ni darse el lujo de comprar sus propios medicamentos”.
Para Martin, dar de comer a las personas que pasan necesidades va más allá de la comida. “¿Se ve lo que sucede aquí? Estamos estableciendo una comunidad”.
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Con hambre en el West End
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Episodio 1: Un problem creciente
Episodio 2: Cómo hacer más con menos
Episodio 3: Alimento para el alma
Episodio 4: Emergencia
Episodio 5: ¿Qué es asequible?
Episodio 6: Está bien
Episodio 7: Abundancia
Episodio 8: "Qué buen trabajo"
Explora la serie web de Jody McPhillips
Parte 1: El problema es simple, no así la solución
Parte 2: Alimentar a la gente que se avergüenza de pedir ayuda
Parte 3: Meals on Wheels alimenta a las personas confinadas en casa
Parte 4: Las despensas alimentan a todos
Parte 5: Se sirve comida y amistad en San Martín de Porres
Parte 6: Los nutricionistas ayudan a los adultos mayores a comer bien
Parte 7: A los 88, Theresa le da una nueva oportunidad a las estampillas para alimentos
Parte 8: Los voluntarios que ayudan de corazón reciben más de lo que dan
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